jueves, 11 de octubre de 2012

Yo Soy Solo Activo



Recuerdo la sorpresa que se pegó una amiga con quien compartí durante algún tiempo el apartamento, cuando se dio cuenta que yo había oído que su novia la llamaba “papito”.  Bueno para mí era bien claro que con esos mocasines y una chaqueta de cuero más masculina que las mías, su actitud era una feminidad algo “extraña”, pero también era cierto que esa mierda no me importaba. Bien dicen en Santander que “depende de cada uno hacer de su culo un candelero”.

Jaimito, un amiguito que murió en México hace algunos años, me decía que le emputaba salir con un gay de esos que juraban ser machos y cuando llegaban a la cama no había poder humano que le cambiara la posición de “cubito abdominal” a “cubito dorsal”; que por eso prefería aclarar desde el principio que lo que le encantaba era que “se lo comieran”, así eso le corriera de una algún posible partner. 

A algunos homosexuales no es que les duela tanto el culo como el cerebro, pero hay algo verídico: cuando logran probar algo de placer del tipo que se niegan a aceptar, no hay dolor anal o mental que les bloquee su incursión en los placeres prohibidos.

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